¿Te acordás cuando nos decían qu’Alberto no terminaba el mandato? ¿Te acordás cuando hablaste de la Asamblea Legislativa? Pero acá estamos: firms, enfrentando a Cristina y sin bajarnos de la carrera por la reelección.

Jueves, cinco de la tarde. La sensación térmica no logra bajar de los 35 grados. Buenos Aires es un infierno. El asfalto parece hervir en el Centro porteño. Los militantes del Polo Obrero hacen imposible el tránsito entre la 9 de Julio y Plaza de Mayo: piden más planes sociales y comida, pese a que dos días antes conoció que el Gobierno destinaba más de 10 mil millones de pesos mensuales, solo a ese universo de piqueteros de izquierda, para mantener el programa de ayuda. Los automovilistas que quedan atrapados insultan al aire. El nuevo año aún amanece y los conflictos preanuncian que lo peor no llegó. En una pantalla de TV, en la antesala en la que el funcionario recibirá a Clarín, cambiará en letras que Cristina mostrará de molde que la inflación de energía podría superar el 6%, bastante más que el 3,9% que marcó enero de 2022 y finalizó con una inflación anual del 94,8%. En una oficina cercana ven en silencio otro canal de noticias: el dolar blue roza los 380 pesos; 140 pesos más que lo que costó cuando renunció Martín Guzmán, hace seis meses, y 320 arriba de lo que se pagó cuando asumió Fernández.

El funcionario no niega la lista de problemas que amenazan al Gobierno en el año en que volverá a elegir presidente, pero repite el manual de excusas de la Casa Rosada: la pandemia, la invasión de Rusia en Ucrania y Cristina. Cristina, simplemente.

Le acercan una ensalada de frutas y sigue: «Los periodistas no tienen idea de la manera en que nos bombardearon la gestión, lo formó en que un sector del gobierno atentó contra nosotros”. Se jacta de ser albertista. De los que van a estar al lado de Alberto Fernández cuando todo esto pase. En Twitter suelen burlarse del término albertistas. Quedan pocos, es cierto, pero todavía hay.

son los que Escuchan al Presidente, lo alientan y sostienen sus últimas maniobras que parecerían insinuar lo que siempre temió: enfrentarse a su mentora y disputarle el poder. Una rebeldía que le pidió desde el primer día mucha gente que hoy ni siquiera lo llama o, peor, que decidió cruzar al Instituto Patria. La misma rebeldía que se negó a carar cuando los números le sonreían y que pretendía exhibir en momentos que su popularidad está por el piso.

La primera de esas decisiones ocurrió una multa del año pasado y fue cuando se negó a suspender las PASO, como le demande La Cámpora. En los últimos días llegó el correlato de aquella determinación. Alberto afronta la posibilidad de un segundo mandato y su primera acción fue atacar a su ministro del Interior, el más cristinista de sus funcionariosEduardo De Pedro -delegado estrella de Cristina en Balcarce 50 y posible presidenciable- a quien, dijo, no se puede tener en cuenta para gobernar. Wado, golpeado, hizo silencio.

La decisión presidencial quarter, aún en déarrollo, apunta a minimizar el rol de la mesa electoral -simulando una amplificación- que pedía a gritos el cristinismo y la que acaba de convocar. No es mucho, quizás incluso sea insignificante y hasta lo deje en situaciones ridículas, como burlarse de un ministro al que no puede echarpero es más de lo que hizo Durante los primeros tres años. «El último año voy a dedicarme a gobernar solo», ha dicho Fernández en el intimidad de Olivos. Hasta sus adláteres quieren ver para creer. Pero se engaña a sí mismo: «Cuando nos peleamos con Cristina se somete un poquito en las encuestas y los medios nos tratan mejor».

Para Cristina, ese pequeño círculo que rodea al primer mandatario es el círculo del mal. El que, según ella, impulsó a que Alberto la traicionó y el que empujó al Frente de Todos a una gestión que solo acumula fracasos. Esos desaciertos podrían llevar a la coalición a una notable derrota electoral. Ya nadie habla en el oficialismo derrota a secas. En política siempre hay una posibilidad de perder. Lo que está en juego es más dramático. Una catástrofe en las urnas.

Cristina sostiene en privado qu’ella lo ha anunciado en todas las formas que pudo. Pero su potencia de voz perdio. No es casual su desaparición de la escena pública. Antes hablaba y temblaba el Gobierno. Si no. “¿Te acordás de las cartas?”, ironizan en el micromundo albertista. Los cristinistas, aun los más fanáticos, saben que hay una parte de verdad en aquellos razonamientos. Acaso por eso De Pedro no se anime a renunciar. Esa fantasía estuvo y quizás siga estando en la cabeza de las conductas de La Cámpora, que débatn qué hacer. Pero el último antecedente no colabora: Máximo Kirchner no ha podido reponerse al impacto de su renuncia a la jefatura del bloque de diputados.

Las últimas encuestas que revisaron en el albertismo, y que también llegaron al despacho de otros socios de la alianza, exhiben a Patricia Bullrich como principal rival oppositaire. También, un sostenido crecimiento de Javier Milei, desde un período de dislates de la económica que lo ha llevado a decir que estaba a favor de que la gente venderá sus órganos. La sociedad está girando fuerte hacia posiciones extremas, dicen los kirchneristas.

Hasta hace un tiempo, en esos despachos creían que Horacio Rodríguez Larreta sería el representante más competitivo de Juntos por el Cambio. El escenario más temido en el poder es que la población se sigue radicalizando en contra del kirchnerismo y que Milei se convierte en una sorpresa y disputa el segundo puesto. Falta mucho, muchísimo, pero hoy asoma como una posibilidad. El animo de la sociedad es demasiado volatil. El lunes, en el corte del Puente Pueyrredón, el legislador del Frente de Izquierda y precandidato presidencial, Gabriel Solano, se puso a charlar con un joven de 19 años que había ido con su madre -militante del Partido Obrero- y que no parecía prestar Atención excesiva al piquete.

—¿Y vos a quién vas a votar? —preguntó Solano.

—A ustedes oa Milei —sorprendió el joven.

El hartazgo que se palpa con la clase política podría explicar en parte por que, en los últimos días, una corriente kirchnerista volvió a sugerir que Cristina no está fuera de carrera. Solo ella, interpretan los ultra, podría lograr que no se escape ningún voto de la franja histórica de sus votantes y apartar a Alberto de la competencia. Se deslizó ese escenario en el encuentro en Ensenada, el lunes, y Axel Kicillof lo puso en palabras el miércoles, en una entrevista con la radio Voz de Tandil: «Cristina es la que mejor intención de voto tiene». Y comenta: “La candidatura surgió de su voluntad”. Pero, ¿no era que estaba proscrita? El relato, cuando es frágil, también sucumbe.

La otra carta que sigue agitando a los cristinistas, aunque con menos ímpetu que hace algunas semanas, es de Sergio Massa. El actual ministro de Economía llegó al Frente de Todos en 2019 con la ambición de pararse en el medio, entre Alberto y Cristina. Se dio cuenta, al poco tiempo de la asunción, que no tenía sentido. Primero se a brazó a Máximo y luego a la vicepresidenta. Cristina y La Cámpora lo elogiaron apenas asumió en el Palacio de Hacienda. Necesitan que le vaya bien, pero sufran. El 3% de inflación que prometió Massa para marzo hoy parece lejano.

Massa cura en salud y asegura que él no desea ser candidatureo. No es, de verdad, lo que quiere, pero es lo que debe hacer frente a la constante suba de precios. Por las dudas, esta semana hizo un gesto para congraciarse con el cristinismo: le pidió a Fernández que defina quanto antes si será o no candidato.

En Juntos por el Cambio se viste de la herencia que ya Alberto Fernández, como si las elecciones fueran un trámite. La subestimación del kirchnerismo no ha sido nunca un buen aliado para la oposición. Y ni siquiera las fotos de familia que se sacan cada tanto lograron ahuyentar las profundas diferencias que mantienen en quienes se arrogaron una candidatura presidencial.

Bullrich y Rodríguez Larreta sostienen visiones diferentes sobre los actores políticos y cómo abordar el país que viene. Elisa Carrió, quien se sumó a la lista de candidatos presidenciales esta semana, mantuvo una alianza con el radical Gerardo Morales, también de los aspirantes, pero subió mal con Facundo Manes, quien también formaba parte de la UCR y estaba recorriendo el país. Mauricio Macri intentó apaciguar el fuego, mientras un sector reclamaba que ya de las vacilaciones y se lanza al ruedo. Es que lo pide Miguel Ángel Pichetto. Pero no solo el. Hay quienes, incluso, fantasean fuerte. «Patricia gobernadora, Mauricio presidente, ¿no sería lindo?»Propuso días atrás un macrista histórico en un café de Palermo.

Macri escucha y no revela del todo sus intenciones. En 20 días viajarás a viajar a Europa. Tiene previsto regresar a fines de marzo. Quizá coincide con la regresión pública de Cristina, que tendrá lugar en un acto, el 24, por el Día de la Memoria.

Macri y Cristina, para ese entonces, tal vez emppiecen a revelar que pasa por sus cabezas.

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