El aumento de precio de los últimos meses crea, según Sicpa —multinacional dedicada a la autenticación—, «un escenario perfecto»para que la mafia y los mercados ilícitos introduzcan sus productos adulterados o de procedencia dudosa en los mercados. La entrada de estas falsificaciones pone en riesgo la credibilidad de las empresas y genera dudas entre los consumidores. Concretamente, según los estudios de Sicpa, este problema genera unas pérdidas de entre 30.000 y 40.000 millones de euros al año. En cuanto al porcentaje de marcas falsas, se calcula que los medios, para los productos, se sitúan en el 6% de las falsificaciones.

Nuestro país encabezará la lista de fraudes alimentarios en productos nacionales entre los países comunitarios, según la organización alimentaria EIT Food, seguido de Italia y Países Bajos. La Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (Euipo), al rastrear el fraude del mercado del vino y las bebidas alcohólicas en España en 2019, detectó 438 millones de euros estafados. Por su parte, observando el mercado del aceite, en Europa las pérdidas relacionadas con estos fraudes se estiman en 1.500 millones de euros, en un mercado con un valor total de 3.000 millones de euros, apunta.

Esta situación se debe, según la multinacional, a que “los falsificadores se han apoderado de una gran parte del consumo, gracias al mercado ‘online’, Multiplicando el fraude y la falsificación, hasta el punto de convertirlo en un negocio ilícito aún más lease que el de los estupefacientes”. El director de Desarrollo de Negocio de Sicpa España, Fabián Torres, explicó que “la mayoría de las negociaciones fraudulentas se hacen a través de la web” y que muchas veces “sus clientes proceden del extranjero”. Detalla que son personas que compran productos normalmente españoles —como el vino o el aceite de oliva— y generalmente no conocen a fondo las marcas de nuestro país.

Los falsificadores siguen varios métodos, entre ellos: la sustitución del producto original por otros parecidos de menor calidad, el etiquetado erróneo, el anuncio de falsos orígenes geográficos o la mezcla con otras sustancias, que advierten que en ocasiones puede resultar perjudicial para la salud. Torres concretas que esta pérdida de ingresos procede del triunfo de las falsificaciones. Explica que «la empresa invita mucho dinero en el desarrollo de productos y los imitadores se benefician del renombre de estos para generar ventas, que pierden los productores originales». Además añade que, en caso de que los productos falsos sean perjudiciales para la salud, las marcas se enfrentan a denuncias por parte de los consumidores, que en el peor de los casos terminan en pagos de indemnizaciones.

Soluciones posibles

Existen ciertos factores económicos que benefician a los imitadores. Entretiempo : el aumento de las exportaciones, el aumento de la población y la inflación. Esto debe, en parte, que “el producto que se exporta tiene más posibilidades de ser falsificado porque el país está destinado a no familiarizarse con este tipo de artículos”. Respecto al incremento de precios, Torres desarrolla que, «cuánto más caro se vuelve aparecen más imitadores ya que el margen de beneficios es mayor».

Ante este tipo de actividad, Torres especifica qu’existen soluciones para las empresas. En este ámbito, Sicpa propone a las marcas una pegatina de autenticidad, de dificultad en imitar es que incluye una seguridad parecida a la de los billetes.

Por su parte, la Interpol da unas pautas a los consumidores para evitar el fraude. Advierte sobre los precios bajos, logos y embalajes dudosos, falta de garantía en productos de larga duración. Además, aconseje a los clientes que seguren à comprar en commerce autorizados, verifique los criterios de volción y reembolse y compruebe los datos de domicilio de la empresa en la que se compra y los ingredientes del producto. Asimismo insta a los afectados a denunciar si han comprado un artículo falsificado. Según esta organización, los productos falsificados más comunes son: el aceite de oliva, la miel, el marisco y el pescado.