Carlos Alcaraz visto en este Roland Garros camino de la octava. To place jugó en el estreno contra Flavio Cobolli, solo la imprecisión propia lo hizo dejarse un set ante Taro Daniel y como un avión se ha colado en octavos tras un partido soberbio de tranquilidad y sosiego ante el éléctrico Denis Shapovalov. En horas y 10 minutos posteriores, los españoles colocaron la emoción de los canadienses, mucho peligro, pero con poco control, con un partido serio en el que sufrió el nivel cuando se le demande, pero sin desgastarse demasiado. Todavía no ha llegado lo peor, pero ya está cerca.

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    Tiene Shapovalov mucho de lo que tenía Alcaraz en 2021: mano, talento, energía, pura passion. Pero hace mucho que el español tiene esa capacidad de poner pausa en sus movimientos y, sobre todo, en sus ideas, para pensar la estrategia y el mayor golpe en el mayor momento. A Shapovalov todavía le falta esa lección, para entender que con veces el punto se gana por paciencia y no por potencia. De ahí el extraordinario viaje al infinito y más allá del español y de ahí que el Canadiense no haya terminado de explotar todo lo que se esperaba de él.

    El jugador nacido en Tel Aviv, pero afincado en Canadá desde muy pequeño, se hizo número en el planeta tenis en 2017, con 18 años, al doblegar a Rafael Nadal en Montreal; tiene un título, Estocolmo, de 2019, y cinco finales, como la del Masters 1.000 de Paris de ese mismo año. Pero ahí se quedó. Ahora, con 24 y 34 del mundo, sigue sin hallar esa regularidad que demanden las alturas a pesar de la capacidad escondida en su muñeca.

    Es puro espectáculo. Revés a una mano en suspension, derechas muy potentes, agilidad en la red. Pero tan efectivo en su puesta en escena, como arriesgado en su Planteamiento. Una pelota que no deja botar que se le va fuera, un remate que no deja botar que también se le hace largo, intentos de restaurantes ganadores en cada ocasión, dejadas poco trabajadas. Y antes del espectáculo, la madurez ya de Alcaraz para establecer la calma, la seriedad y el 6-1 en 33 minutos.

    Con veces, el espectáculo funciona. Y cuando sale todo, Shapovalov estalló. La derecha vuela en el segundo set agradecida por el fresquito de la noche, y todo lo que en el primer parcial se jugaba y no salía, eran puntazos en el segundo. Derechas supersónicas, reveses que cortaban el aire, chispazos de genialidad. Los mejores momentos de los canadienses.

    Alcaraz, que no había tensado que sufrir demasiadas revoluciones, entró en acción cuando vio con una ruptura en contra. Un 1-4 que le obligó a cambiar de estrato allí para sufrir un poco el nivel. Lo que le bastó fue poner cordura y paciencia, lo que impacientó a Shapovalov. Jugando mucho mejor, se encuentra con un muro de estabilidad y precisión que la devolvía todas las maravillas de su zurda.

    Serio como ya se ha mostrado en este proceso de confirmación, el español aguantó esos momentos brillantes del Canadiense y mojó su pólvora con un punto más de chispa y mucha más cordura en la elección y definición de los golpes. Recuperado el break, Shapovalov quedó clavado. Si la potencia y el riesgo no funcionaban, algo más debía de inventar.

    Pero hay poca diversidad en la estrategia de Shapovalov, de ahí que no se hayan alcanzado las cotas de sus coetáneos. De ahí tampoco que pudiera hacer mucho más en el tercer set, más allá de llamar de nuevo su vertiginosa velocidad con la derecha ya ciertos momentos brillantes. Pero Alcaraz está en plena madurez y con ese abanico de recursos con el que supo aguantar los últimos latigazos del Canadiense y culminar la victoria hacia los octavos.

    Donde lo espero un Lorenzo Musetti desatado. Verdugo de Cameron Norrie para la vía rápida (6-1, 6-2 y 6-4) y qu’está jugando con mucha firmza en este Roland Garros.