Violencia doméstica: repercusiones en la salud mental

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La violencia doméstica representa uno de los problemas sociales y de salud más complejos en la actualidad. Afecta a individuos de todas las edades, géneros y contextos socioeconómicos, con consecuencias profundas y duraderas en la salud mental de quienes la sufren. Comprender estos efectos es fundamental para diseñar estrategias de prevención, intervención y apoyo psicológico eficaces. Aquí se exploran, con detalle, los mecanismos y secuelas psíquicas de la violencia doméstica.

Entendiendo lo que es la violencia de hogar y sus manifestaciones

El concepto de abuso doméstico abarca diversos tipos de conductas agresivas que ocurren en el ámbito familiar o de pareja. Estos comportamientos pueden manifestarse en formas de violencia física, mental, sexual, económica y verbal. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, aproximadamente una de cada tres mujeres a nivel global ha experimentado violencia física o sexual por parte de su pareja en algún instante de su vida, aunque las víctimas pueden pertenecer a cualquier género.

La agresión psicológica debe ser resaltada, puesto que, aunque no deja huellas visibles, puede deteriorar de manera significativa la autoestima, el sentido de identidad y el bienestar emocional de la persona afectada. Abusos como la manipulación, el aislamiento social, la humillación y el control excesivo son complicados de reconocer incluso para la propia víctima, lo cual aumenta su capacidad para causar daño.

Consecuencias psicológicas tanto inmediatas como a largo plazo

Las consecuencias emocionales de vivir bajo situaciones de maltrato doméstico son inmediatas y acumulativas. En la etapa inicial, las víctimas pueden experimentar:

Estrés agudo: la exposición repetida a situaciones de violencia genera un estado constante de alerta, conocido como hipervigilancia. Este estado eleva la ansiedad y debilita la capacidad de respuesta ante el peligro real o percibido.

Desórdenes depresivos: después de situaciones de violencia, es común que surjan síntomas de depresión como tristeza intensa, falta de esperanza, incapacidad para disfrutar y desinterés en actividades diarias. Investigaciones, como la conducida por la Universidad Nacional Autónoma de México, indican que hasta el 70% de las mujeres que sufren violencia en el hogar muestran señales de depresión clínica.

Ansiedad y trastornos de pánico: el miedo recurrente ante futuras agresiones puede convertirse en un patrón de ansiedad generalizada, con posibles ataques de pánico, dificultad para dormir y alteraciones digestivas.

De manera más prolongada, pueden aparecer complicaciones como:

Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT): las personas que han sufrido agresiones reviven de forma intensa y angustiante los traumas vividos. Pueden tener pesadillas, revivir escenas pasadas y experimentar una gran sensibilidad ante estímulos que les recuerden el maltrato. Investigaciones en América Latina indican que hasta un 84% de las personas afectadas desarrollan síntomas asociados con el TEPT.

Baja autoestima e identidad fragmentada: el abuso sostenido socava la confianza y genera sentimientos de inutilidad o culpa. Esto puede dificultar la toma de decisiones autónomas, perpetuar la dependencia emocional y disminuir el deseo de buscar ayuda.

Ideación suicida: la combinación de soledad, sufrimiento y falta de esperanza puede llevar a pensamientos suicidas. La incidencia de suicidios entre personas que sufren violencia doméstica es significativamente mayor que en el resto de la población, de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística de España.

Influencia en la infancia y juventud

La violencia doméstica no solo afecta a la persona directamente agredida, sino también a quienes son testigos pasivos, especialmente los niños y adolescentes. Crecer en un hogar donde existe maltrato eleva el riesgo de desarrollar trastornos emocionales, baja autoestima e incluso reproducir patrones violentos en sus propias relaciones futuras.

Casos evaluados por expertos en psicología forense en Colombia han demostrado que los niños que han sido testigos de violencia entre sus padres tienden a enfrentar más dificultades académicas, comportamientos agresivos o aislamiento social. El estrés prolongado en la infancia puede modificar el desarrollo cerebral, lo cual afecta la gestión emocional y las destrezas sociales en la adultez.

El ciclo de la violencia y sus efectos en la sociedad

Salud mental y entorno social están estrechamente entrelazados. La violencia doméstica crea un círculo vicioso donde el aislamiento resulta, tanto de la voluntad del agresor como de la propia víctima, que teme la estigmatización o el descrédito si denuncia su situación.

Este ambiente favorece el incremento del consumo de sustancias, autolesiones y otras conductas de riesgo elevado. De igual forma, la discriminación y la carencia de empatía social empeoran la vivencia de la víctima. En áreas rurales, por ejemplo, la dependencia económica y la falta de redes de apoyo refuerzan el sentimiento de impotencia y desánimo.

Recuperación y resiliencia psicológica

A pesar de la gravedad de sus efectos, muchas personas logran reconstruir su vida y fortalecer su salud mental con apoyo adecuado. El acceso a servicios psicológicos, terapias grupales e intervenciones comunitarias son esenciales para facilitar la identificación del problema, la autoconsciencia emocional y el desarrollo de estrategias de afrontamiento.

Testimonios de supervivientes en programas de apoyo en Argentina y España revelan la importancia de validar el dolor sufrido y reconstruir sistemas de apoyo. La educación sobre relaciones sanas, el fortalecimiento de la red social y la promoción de la autonomía son pilares clave para evitar la revictimización y fomentar la autoestima.

Los impactos de la violencia doméstica en la salud mental son complejos, variados y persistentes. Desde la ansiedad y la depresión hasta los efectos sobre la autoestima e identidad, cada aspecto psicológico constituye un obstáculo añadido para la recuperación y lograr una vida plena. Tener un entendimiento profundo de estos procesos es esencial en la capacitación de profesionales, en el diseño de políticas públicas y en la concienciación social. Reconocer y visibilizar el sufrimiento, junto con el entendimiento de estos efectos, permite avanzar hacia una sociedad más justa y consciente de las realidades de la salud mental en situaciones de violencia doméstica.

By Andrés Herrera Castro