Con 3-4 del segundo set, en la carrera hacia una pelota para impactar con su ‘drive’, el clac. gestos Pierna al aire. Quejido al cielo. Ojos cerrados. Dolor. Frustración. Algo pasa en la cadera y la mirada de disconsuelo pasa a la de incredulidad, a la devastación, a las preguntas que no encuentran respuesta en su banquillo, a las lágrimas de su mujer, María Francisca Perelló, en la grada. Otra lesión. Otra vez. Apeado del Abierto de Australia en segunda ronda ante Mackenzie McDonald (6-4, 6-4 y 7-5 en dos horas y 32 minutos), incluyendo un capítulo más en su ya largo y doloroso historial de lesiones. Otra cicatriz que se encierra en la leyenda.

“Él realizó pruebas médicas tras la derrota en el día de ayer. La resonancia magnética muestra una lesión de grado 2 en el Psoas Iliaco de la pierna izquierda. Ahora toca reposo deportivo y fisioterapia anti inflamatoria«, explicaba tras las pruebas en ese lejano ya enero. Este clavo, que se presupuso con fecha de caducidad entre seis y ocho semanas, todavía no ha salido del cuerpo y, sobre todo, la mente del balear. No solo no se han cumplido los lugares previstos en un primer momento, que pasaron por ausentarse del circuito hasta aterrizar en el Masters 1.000 de Montecarlo. Sino que se ha llevado por delante toda la temporada de tierra batida.

Uno por uno, fue descartando los torneos en los que tantas veces ha clavado los colmillos. Primero el torneo monegasco, después el Conde de Godó, después el Mutua Madrid Open y también en Roma. Daba muestras de optimismo relativo con diferentes imágenes suyas en entrenamientos y en el gimnasio. Incluso claves de que un nuevo tratamiento había conseguido abrir una esperanza. Pero no ha sido así.

“En principio tienen que ser de seis a ocho semanas de período de recuperación y ya vamos por la catorce. La realidad es que la situación no es la que hubiéramos esperado. Se han seguido todas las indicaciones médicas, pero de alguna llevará la evolución no ha lado que en principio nuestros dijeron y nos contramos en una situación que es difícil. La lesión sigue sin curarse y no puedo trabajar lo que necesito para competir. Estaba entrenando, pero ahora hace unos días hemos decidido cambiar un poquito de rumbo, hacer otro tratamiento y ver si las cosas mejoran para intentar llegar a lo que venga. No puedo dar plazos porque si los supiera os lo dirían pero no lo sé. Esta es la situación actual”, indicó tras confirmar su baja en Madrid.

Lo que tiene ahora Nadal es frustración y otro capítulo de su tremendo historial médico. La última, este psoas ilíaco en la pierna izquierda que no ha conseguido subsanar por el momento.

Pero ese historial comenzó en 2004, con ese escafoides roto en el pie izquierdo que casi lo deja sin carrera antes de empezar y que lleva por un número de Muller-Weiss síndrome, el que reapareció en este 2022. A raíz de ese problema llegaron otros : la tendinitis crónica de las rodillas derivó en un síndrome de Hoffa y que lo apartó del tenis muchas semanas entre 2008 y 2013. O las muñecas, también débiles e incapacitantes para jugar en varios episodios entre 2014 y 2016.

Solo en 2022: una rotura en las costillas, otra vez el pie -cuyo nervio durmió para poder jugar Roland Garros- y el desgarromuscular que arrastró desde Wimbledon. Ahora, la cadera. Demasiado para cualquiera. “Duele como siempre, pero el vaso se va llenando y el agua puede salir. Me dolieron más las semen de Wimbledon porque estaba preparado para ganar el torneo. Pero es… otra vez. Sus muy Grand Slams que no pudo terminar en condiciones. Puedo poner buena cara, que lo hago, y aceptar las cosas, que lo hago, pero uno no se tiene que engañar y hacer un discurso optimista cuando no lo es. Estoy cansado, triste, decepcionado”, admitía. “Es agotador y frustrante estar luchando contra tantas lesiones. Mentiría si dijera que no estoy destrozado. Es duro recuperarse y el tiempo y el esfuerzo que haces para que vuelva a estar otra vez todo en su sitio y ser competitivo. Había recuperado movilidad estas tres semanas, pero con parones se hace muy difícil volver a coger la forma. Y más con mi edad”.

Con esta nueva lesión, alargada en el tiempo, también la mente se ha visto afectada. Imposible que no lo haga cuando ya sus tantas cicatrices. “Yo quiero seguir jugando, pero mis sensaciones son malas”.

Son 36 años, una cicatriz más, una oportunidad menos, como él siempre dice. Pero como ha demostrado también siempre, de todas se ha levantado.

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