Un nuevo estudio realizado por investigadores de la Escuela de Medicina de Harvard reveló how the brain se da cuenta de que hay una infección en el cuerpo. Los científicos involucrados en el estudio han identificado, a través de diversas investigaciones en ratones, las neuronas que notifican al cerebro la infección por gripe, lo que provoca una disminución en el movimiento, la cámara y la sed.
Asimismo, los autores del estudio, publicado el pasado miércoles en Naturaleza, reveló que ciertas neuronas similares, que se conectan a otras partes del cuerpo, también podrían notificar al cerebro otros tipos de infecciones. «Este estudio da la vuelta al pensamiento anterior», confiesa Ishmail Abdus-Saboor, biólogo de la Universidad de Columbia, Nueva York, que no participó de la investigación. «Es un cambio de paradigma en términos de cómo pensamos sobrio el comportamiento de las enfermedades», añade.
Antes de esta investigación, «no estaba claro cómo el cerebro se daba cuenta de que había una infección en el cuerpo», dice el coautor del estudio Stephen Liberles, neurocientífico de la Escuela de Medicina de Harvard en Boston, Massachusetts. Los científicos generalmente pensaban que las moléculas dañinas de la zona afectada por la infección se movían a través del torrente de sangre hacia el cerebro, difundiéndose en él para activar directamente las regiones que inician nuestro comportamiento frente a la enfermedad.
Entre los principales candidatos, estaban las químicas sustancias de señalización llamadas prostaglandinas, que se produce en los tejidos infectados. La razón de esta conjetura es que la aspirina y el ibuprofeno bloquean la producción de prostaglandinas y también suprimen las conductas relacionadas con la enfermedad en cuestión, lo que sugiere que las prostaglandinas son clave para desencadenar dichos comportamientos.
Gracias a esta idea, los autores demostraron que un receptor de prostaglandinas específico, denominado ‘EP3’, es el responsable de generar las conductas de nuestro cuerpo frente a las fermedades.
Resultados del estudio
Para probar su función, los investigadores eliminan los receptores EP3 del cerebro de las crías de rata e infectan a los animales con el virus de la gripe. Sin embargo, los ratones cambiaron su comportamiento, lo que indica que el cerebro no recibe envíos de infección de las prostaglandinas transmitidas por la sangre.
En cambio, los autres se encontraron con que los agentes se clavaron una población específica de neuronas que contiene EP3 ubicadas en el cuello del ratón. Estas neuronas tienen ramas que se extienden desde el equivalente animal de las amigdalas humanas, hasta el trunco encefálico. Una geografía que, según los investigadores, tiene mucho sentido, ya que el área de las amígdalas “sirve como interfaz entre el aire exterior y lo que pasa por las vías respiratorias”, dice el coautor del estudio Na-Ryum Bin, neurobiólogo también de Harvard.
Según explicó Abdus-Saboor, los resultados cuentan cómo producen los comportamientos relacionados con las fermedades: a nadie le gusta responder. La alerta de infección luego viaja a lo las ramas de las neuronas en una ‘carretera dedicada al cerebro'».
¿Venta escalable?
No obstante, el estudio también reveló una paradojas. Los científicos asumen que hay un desfogue evolutivo en la forma en que nuestro cuerpo se comportó cuando está enfermo. Sin embargo, cuando el equipo bloqueó esos comportamientos, como evitar la comida, los ratones tuvieron menos probabilidad de morir de queja. Liberles especula que este sistema de modificación del comportamiento podría haber evolucionado porque es mejorar en la mayoría incluso de los casos de infección, si no lo es en todos. Asimismo, comportamientos como inmovilidad podrían ser ventajosos al reducir la propagación de patógenos de unos a otros.
Por último, aunque los nuevos resultados arrojan luz sobre cómo se comporta nuestro cuerpo frente a la infección por gripe, no cuentan con la historia completa. Según los investigadores, las neuronas de las amígdalas que detectan la infección y son responsables del comportamiento de nuestro cuerpo frente a la fermedad solo durante la primera etapa de la infección por gripe, que afectó a las vías respiratorias superiores y duró aproximadamente una semana. Sin embargo, en la medida en que el virus se desplace hacia las vías respiratorias inferiores, otra vía nerviosa asume el trabajo de conducir dichos comportamientos. “Si puede encontrar una manera de bloquear esta segunda ruta, puede combinarla con un impacto clínico tremendo”, finalizó Liberles.
