contraChristophe Béchu, Ministro para la Transición Ecológica y Cohesión Territorial, anunció recientemente que su administración prepararía un escenario de adaptación de nuestro país al cambio climático para un calentamiento de 4 grados.

Este anuncio requirió numerosas críticas en nombre de la idea de que equivaldría a rechazar el umbral de los 2 grados máximos de reparación previsto por el acuerdo de París.

Aunque opuestos a la política del actual gobierno en muchas áreas, y en particular en la lucha contra el cambio climático, señalamos por nuestra parte que tal escenario es necesario.

Nuestro país sí ha tardado mucho no sólo en reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero sino también en adaptarse al cambio climático que, en todo caso, está en marcha y seguirá. El umbral máximo de 2 °C establecido por el Acuerdo de París de 2015 es un valor medio. O dicen todos los expertos: el calentamiento global será más marcado en Francia que en otros lugares. En 2020, este calentamiento ya era de 1,7 grados con nosotros en comparación con 1900, según Météo-France.

La base para un debate colectivo

Además, el respeto de la trayectoria de los acuerdos de París depende solo en una medida limitada de los esfuerzos realizados en Francia e incluso en Europa. Aunque tiene una gran responsabilidad histórica por el calentamiento global, Europa ahora produce menos del 10% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Las importantes dificultades encontradas durante la última COP27 en Sharm El-Sheikh y el resurgimiento de las tensiones geopolíticas pueden alentar el optimismo.

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En este contexto, establecer un escenario de 4°C sería un primer paso para tomar conciencia de los desafíos reales a los que nos enfrentamos. De hecho, permitirá medir mejor el alcance de los cambios a emprender ahora, en cada territorio. Debe servir de base para un debate colectivo en profundidad sobre las políticas de adaptación a implementar para que contribuyan a reducir nuestras emisiones de gases de efecto invernadero y otros impactos ambientales y permitan ayudar a las personas más amenazadas y débiles.

De hecho, se trata de ponernos (finalmente) en funcionamiento para transformar todas nuestras infraestructuras, nuestra agricultura, nuestras ciudades, nuestras regiones costeras, nuestros territorios de montaña, nuestras regulaciones, nuestros servicios públicos… para los adaptadores a los desórdenes de ya previsibles y a los que eventualmente podrían ocurrir.

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