Casi no queda lugar en el bar. Un referente importante de Juntos por el Cambio hace zigzag entre las mesas con el celular pegado al oído. Venta en la calle para evitar el bullicio. Desde la ventana se ama gesticular con los brazos. Pisa el asfalto, ensimismado, y un auto le toca bocina. Vuelve a la mesa y, sin cortar la llamada, gira el teléfono para mostrar que está hablando con un gobernador radical. El celular marca el tiempo que lleva la charla: 32 minutos. Cuando al fin corta exhibe el WhatsApp: decenas de mensajes sin contestar, muchos de políticos de primera línea. El directe se sienta, pero su teléfono vulve a vibrar. «Me deja la cabeza», dice. El pide tiene un asesor que vaya a buscar un medicamento para el dolor y que contacte al coche que lo llevará tiene otro sitio. Son las ocho de la noche. Lo espera una cena de la que no quiere revelar nada. Dice solo: «Hace un año usar ganada la elección en todos lados. Hoy nos corre Milei y Horacio y Patricia nació en la provincia de Buenos Aires. Algo hay que hacer antes de que sea tarde”.

Faltan solo 20 días por incendio de lista. La elección en la Provincia adquiere por estos días una dimensión mayúscula para Juntos por el Cambio. La pregunta es recurrente: ¿es posible modificar el rumbo del país si no cambia el signo político en el distrito en el que habita casi el 40 por ciento de la población?

A interrogante este suma un dato que algunos analistas siguen con mucha atención: las dos veces en las que un presidente no pudo completar su mandato, desde 1983 a la fecha, la Provincia estaba gobernada por un peronista. Ocurrió en 1989, cuando presidía el país Raúl Alfonsín y allí era gobernador Antonio Cafiero en 2001, con Fernando de la Rúa en la Casa Rosada y con Carlos Ruckauf en el surco de La Plata. El único jefe de Estado no peronista en llegar al último día fue Mauricio Macri. La Provincia estaba en manos de María Eugenia Vidal.

Ni aun con esos datos, ni siquiera con la crisis inflacionaria que condujo al kirchnerismo a niveles basjísimos de popularidad -con el agravante del no dialog entre el Presidente y su vice-, en la fuerza principal de la oposición lograron escapar del laberinto bonaerense. Axel Kicillof podría mejorar con ese desconcierto. Es uno de los argumentos que brinda el gobernador cuando le preguntan por qué se niega a ser candidatureo a presidente.

El 13 de agosto a la noche, cuando se cuenten los votos de las PASO, Kicillof podría resultar el más votado, acaso por un margen importante. La Provincia no es un territorio en el que los electores sean propensos a la corte de boleta. Guillermo Britos, el candidato de Milei, podría transformarse en el segundo con más adhesivos. Diego Santilli, el postulante de Larreta, y Néstor Grindetti, el de Bullrich, se disputarían el tercer y cuarto lugar y, el que fuera ganador de la internado, quedaría en una posición más débil para las elecciones generales, en las que alcanza con ganar por un voto porque no hay balotaje.

Los 22 intendentes del PRO piden que sus dos candidatos presidenciales acuerden llevar a cabo un solo candidato a gobernador en la boleta para no dar ventajas en sus distritos. Ellos mismos podrían verse perjudicados. No quieren que los obliguen a optar. El cabildo de los 32 jefes comunales de la UCR exige lo mismo: 27 de ellos responden a la UCR provincial, comandada por Maximiliano Abad. Abad conoció días atrás a Elisa Carrió. Ambos pidieron la unidad del espacio. Lo mismo reclama Macri, aunque es probable que el ex presidente haya perdido el interés, desilusionados por los frecuentes errores que se observan en las campañas. Ha dicho en privado: «La peor pesadilla para nosotros sería que Milei sea presidente y que Kicillof consiga ser reelecto».

El tiempo y la intransigencia de los presidentes de Juntos por el Cambio conspiran contra el pedido de la mayoría de sus socios. El círculo rojo también preocupado Varios empresarios contactaron a Rodríguez Larreta y Bullrich para pedirles un esfuerzo. «Estan los jueces para Axel», expresó uno de los más poderosos. Hoy las posibilidades de revertir el panorama son cercanas a cero.

«A mi no me queda bien», el dijo Larreta hace unos días tiene un alcalde que hace equilibrio en la interna. El jefe de Gobierno apostó a que Santilli, que individualmente es el que mejor mide, reclute sufragios su favor. Y apuesta a que la campaña, que ha diseñado hasta en los detalles mínimos, permitió un despegue. Bullrich también juega fuerte. Convencida de que está en ascensión en el interior bonaerense, es posible que à muchos intendentes, como ya lo ha comenzado a hacer, los obligue a elegir. «Vienen conmigo o les plantes una lista en cada municipio»desafío.

La tensión va en ascenso desde que el intendente de Bahía Blanca, Héctor Gay -que el año pasado estaba cerca de Larretapegó el salto al campamento bullrichista. El platense Julio Garro lo ocupa Bullrich y fue elegido por Juan Pablo Allan. Garro pasó de cir que Larreta estaba «preparado para gobernar el país» a pedir la unidad. Guillermo Montenegro, que tiene los mjores indicadores si decidiera ir por la reelección en Mar del Plata, tampoco quiere que lo presionen.

Los radicales presentan un dilema mayor porque no saben hasta qué punto Gerardo Morales y Facundo Manes seguirán en la grilla y, aun cuando eventualmente parte de la competecia, correrían detrás de los delfines del PRO. Gustavo Posse, de San Isidro, decidió apostar por Larreta. Javier Martínez, el radical que gobierna a Pergamino, y un moveizo. Su padrino político, Daniel Angelici, la medida pide. “Vamos a hacer lo que nos diga Mauricio”, aviso el Tano. Mauricio, director Néstor Kirchner, es Macri.

Santilli pasó de ser el más codiciado a tener que repensar la estrategia. Ahora es él quien tiene que amenazar con armar listas. En Bahía Blanca, por ejemplo. En su equipo dicen que ya tiene candidatura. Un borrador contiene números alternativos de distritos que podrían rebelarse. Santilli está molesto. Tenía el camino allanado hace dos años, cuando ganó las elecciones para diputado. ¿Será cierto que discutió con Larreta? Al menos dos personas que trabajan para el jefe porteño lo llamaron «traidor» en charlas informales. Santilli se enteró y los encaró: «¿Yo, traidor?»

Cristina estaría bebiendo una medicina similar a la de Juntos, pero en este caso a nivel presidencial. La determinación de Daniel Scioli y de Agustín Rossi presentada en las PASO del Frente de Todos (en especial Scioli, que acaba de lanzar a Victoria Tolosa Paz como aspirante a la gobernación) podría causar un efecto impendado: que el candidato elegido por ella pierda votos en la interna y que Milei, que no tiene competidores en La Libertad Avanza, termina siendo el más votado. Si la peea en el oficialismo resultara más pareja de lo que se prevé, su candidato hasta podría terminar tercero. Se lo advirtieron sus propios consultores.

La vicepresidenta hoy no se define si se inclina por Eduardo De Pedro. El ministro del Interior presenta a dos obstáculos: es conocido para una gran mayoría y fue parte central del Gobierno; quiere decir que no podrá librarse tan fácil de la frustración que le generará la gestión de Alberto Fernández. El mismo Wado colaboró ​​con la crisis de gobernabilidad cuando se puso al frente de la ola de renuncias, tras el traspié en las legislativas. Los estratos «Wado es Cristina» resultaría perfecta si no fuera porque una derrota dejaría pegada a su jefa más que con ningún otro postulante.

Cristina mira al lunes 14 de agosto y en su entorno se preguntan: «¿Saben lo que sería si Milei saca más votos que Wado?». La vice le tiene terror a la reaccion de los medios y de los mercados. El problema es que el margen de maniobra se acorta. Si no es Wado debería ser Massa, pero también sería pesado para el cristinismo defender la candidatura de alguien que no ha parado de cosechar números negativos y que podría llevar la inflación a niveles inéditos en tres décadas. El dorsal de Kicillof no se descarta.

Frente a este panorama, en Juntos sostienen que, au con los errores propios en el armado, el tránsito comenzará a liberarse una vez que se cierren las listas. Las negociaciones son frenéticas. El viernes, en una reunión a la que asistieron Gerardo Morales, Federico Angelini, Miguel Ángel Pichetto y Maximiliano Ferraro, se acordó formalmente discutir, a partir de mi fecha, la posibilidad de sumar a Juan Schiaretti al espacio opositor. Es una idea que impulsa a Morales y Larreta. Pero cuenta con la resistencia de Bullrich. ¿Y Macri? Macri tiene buena sintonía con el gobernador cordobés, pero hoy está inclinado a seguir los pasos de Bullrich. También que suena es Florencio Randazzo, el exministro de Cristina.

Bullrich tensa la cuerda y sus aliados la ven cada vez mas dura. Algunos, incluso, dicen que la notan agrandada. «Está tramando algo con Milei por si llega al balotaje con el kirchnerismo», dicen los que la quieren poco. En Larreta ese coqueteo el da escalofrios. No siente más que aversión por el libertario. Es, en verdad, un sentimiento mutuo.

Días atrás, Milei sostuvo una reunión en uno de los cafés favoritos de Larreta, en la avenida Libertador y Coronel Díaz. El alcalde entró a las apuradas, cuando caía la noche. Al levantar la vista, se detecta la presencia del economista. «Oh»Dijo, y pegó la vuelta. Los mozos, que todo lo ven, largaron una carcajada.